Es habitual que, ante determinados acontecimientos, nos sintamos desbordados y al límite de los propios recursos. En esas situaciones, a menudo tratamos de controlar lo que ocurre o hasta intentamos escapar. Ahora bien, ¿sabías que tales conductas suelen ser algunos de los errores más comunes ante el estrés?
Pues sí. Tal y como lo oyes. A lo mejor, de primeras, la respuesta instintiva es la de evitar los riesgos o luchar contra los peligros. Sin embargo, hay varias cuestiones básicas que resultan claves al hablar de esta manifestación tan natural y humana.
¿A qué nos referimos cuando mencionamos la palabra ‘estrés’? ¿De qué manera nos comportamos si la conclusión es que algo nos supera? Si quieres profundizar más en este tema, sigue leyendo. A continuación contestamos a estos interrogantes.
Contenidos de la página
¿Qué significa el término estrés?
Podríamos definir el ‘estrés’ como el conjunto de reacciones fisiológicas que el organismo despliega para actuar ante las demandas del entorno. En realidad, este mecanismo constituye un sistema de alerta biológico que vela por la supervivencia del individuo.
Teniendo en cuenta las particulares circunstancias de cada persona, son múltiples los eventos que suscitan este grado de activación. Desde lo que llega a suponer el inicio de un arduo proyecto profesional hasta lo que implica un viaje, un examen o una cita médica son ejemplos de esas posibles situaciones.
En tales casos cada cual dará una respuesta diferente en función de cómo viva dichos cambios. Si los percibimos como un reto, ese cierto nivel de estrés nos servirá de estímulo para alcanzar los objetivos pertinentes.
No obstante, los problemas aparecen cuando esa sensación de alarma se prolonga en el tiempo. Entonces, empezamos a evaluar dichas condiciones como ‘amenazantes’. Vemos que nos faltan los recursos para afrontarlas o que estos van perdiendo efecto. Lo que antes era motivación en el trabajo ahora se expresa como sobrecarga. O lo que en principio asumíamos con entusiasmo se ha convertido en agotamiento.
¿Qué está sucediendo? ¿Cuáles son las estrategias que con frecuencia pretendemos aplicar en esos momentos? Esto nos lleva a los siguientes epígrafes. Veamos algunos intentos con los que a veces encaramos estas dificultades.
El deseo de control: uno de los errores comunes ante el estrés
Quizás cabe considerar que la experiencia de sentirnos superados resulta inevitable en un buen número de ocasiones. ¿Quién es capaz de anticiparse de forma constante a las exigencias que surgen por el camino? Con toda seguridad nos reconoceremos en más de una batalla en la que íbamos al límite.
¿Qué hicimos entonces? Habrá quienes optaron por insistir en el esfuerzo, otros acaso decidieron modificar ciertas características del ambiente (por ejemplo, mejorar el descanso) e, incluso, nos toparemos con aquellos que se empeñaron en que era imperdonable encontrarse así.
Justo ese último grupo nos muestra las pistas sobre uno de los errores más comunes ante el estrés. ¿Qué observáis? ¿El problema es llegar a pasar por esa sensación o la manera en la que convivimos con ella?
Porque parece que, frente a ese malestar, hemos de dirigir todas las fuerzas a gobernarlo, a impedir que se nos ponga por delante de nuevo. Bajo el legado de la llamada ‘trampa de la felicidad‘ de la que habla Russ Harris (2010), probamos a erradicar una y otra vez las emociones y pensamientos que nos molestan.
Pero lejos de disminuir, en ese cometido la propia insatisfacción aumenta. Porque fallan las tentativas de tapar el miedo, ahogar la tristeza o silenciar las preocupaciones. Por tanto, ¿de verdad creéis que ese deseo de control nos llevará a donde queremos?
La huida es otro de los errores comunes ante el estrés
Está claro que una alternativa consiste en trazar unas condiciones más favorables para gestionar ese estado de alerta continuo que nos incomoda. Así, podemos plantear una programación para estudiar u organizarnos con un horario en la oficina. También es viable pedir ayuda a los demás comunicando lo que nos agobia, escuchando el feedback que recibimos de ellos o solicitándoles apoyo para acometer determinadas acciones.
Ahora bien, llegará un punto en que esa alarma se nos presente de vuelta, ya sea en un contexto distinto o en el mismo vestida de una mayor complejidad. ¿Qué hacemos, pues? ¿Escapamos?
¿Renunciamos a obtener esa plaza tras un duro período de oposición? ¿Abandonamos un empleo que nos gusta y satisface en el plano económico? ¿Nos aislamos y dejamos de lado a amigos y familiares?
No nos queda otra: el estrés llamará a la puerta cuando quiera. Tal vez aceptarlo y saber que será un compañero eventual nos ayude a cambiar el foco de atención a partir de ahora…
¿Qué harás en próximas ocasiones?
Como vemos, el deseo de control y la evitación representan algunos de los errores más comunes ante el estrés. De hecho, con tales comportamientos intentamos impedir que las emociones desagradables afloren.
Nos resistimos a que la ira, la inquietud, la angustia o la incertidumbre sigan el curso que les corresponde y, con ello, nos alejamos de esas otras experiencias que tan importante eran para nosotros.
¿Tienes dudas al respecto? Si necesitas orientación sobre el modo de abordar estos desafíos, anímate a contactar con Cenit Psicología. ¡Nos interesa conocerte!
Bibliografía
- Blackledge, J. T., & Hayes, S. C. (2001). Emotion regulation in acceptance and commitment therapy. Journal of Clinical Psychology, 57(2), 243–255. https://doi.org/10.1002/1097-4679(200102)57:2<243::aid-jclp9>3.0.co;2-x
- Hayes, S. C., Levin, M. E., Plumb-Vilardaga, J., Villatte, J. L., & Pistorello, J. (2013). Acceptance and Commitment Therapy and Contextual Behavioral Science: Examining the Progress of a Distinctive Model of Behavioral and Cognitive Therapy. Behavior Therapy, 44(2), 180–198. https://doi.org/10.1016/j.beth.2009.08.002
- Hayes, S. C., Strosahl, K. D., Wilson, K. G. (1999). Acceptance and commitment therapy: An experiential approach to behavior change. New York: Guilford.
- Harris, R. (2010). La trampa de la felicidad. Barcelona: Planeta.